viernes, 26 de agosto de 2011

Me encanta el olor a caricia, el olor a mimosa.



Existe la remota posibilidad en el más hipotético de los casos de que estés escuchando la misma canción que yo. Tal vez, y sólo tal vez te acuerdes de mí, sonrías y vuelvas a darle al play. Creo recordar que un día silbabas la melodía. Tenías la piel brillante por el sol y los ojos verdes amarillos y desteñidos de gris. Tosías al compás del viento y movías los labios sin emitir sonido. Y volvías a silbar como si nada más pasase en el mundo, como si el ruido se escondiera bajo tus labios. No me mirabas pero sabías que yo estaba allí. Tu boca hecha de café y tu nariz de azúcar

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